Joseph Ratzinger: Una renuncia sorprendente

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Nadie se esperaba que la noticia con más repercusión mediática de los últimos tiempos (y creo que estamos lejos de poder hacer un análisis completo de todo lo que conlleva) fuera la renuncia del Papa Benedicto XVI al Trono de San Pedro en Roma. Es un hecho sin precedentes en la Era Moderna que nos ha cogido a todos, Vaticano incluido, por sorpresa.

Joseph Ratzinger llevaba tiempo anunciando que la dimisión era algo posible, que su salud no era ni mucho menos perfecta, que no creía en un Papa que no pudiera ejercer en plenas facultades. Aún así, era difícil creer que pudiera llegar a ser una posibilidad real hoy por hoy, y más en un mundo en el que las altas esferas están tan apegadas a los puestos de poder que parece que la acción de dimitir sea algo «demodé».

Ratzinger dejará el cargo el próximo 28 de Febrero y se retirará a la clausura monacal, pero no por ello esto es un problema menor para una Iglesia cuestionada. La Iglesia Católica está preparadísima para los protocolos de sucesión con un Papá fallecido pero no con los relativos a un Papa vivo y activo mentalmente. No estoy dando a entender la posibilidad de un cisma pero sí las de tensiones muy novedosas para una institución descaradamente conservadora, si bien es verdad que la última vez que nos enfrentamos a una renuncia papal, en 1415, esta se produjo tras el llamado «Cisma de Occidente», en el que el último Papa dimitido, Gregorio XII, llegó a convivir con otros dos, Benedicto XIII en Avignon (Francia) y Juan XXIII en Pisa (Italia).

Desde un primer momento el papado de Ratzinger se consideró, debido a su edad, como un período de transición. Nadie se esperaba que el final de éste llegará en un comunicado leído en latín por el mismo Papa anunciando su renuncia al cargo en plena consciencia  de sus facultades. Estamos ante un reto novedoso para la Iglesia que hace 6 siglos que no ocurría (valga la paradoja).

 

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En Roma y a la Derecha (Política) de Dios

El poder, en la Roma de San Pedro, es absoluto. El Vaticano es una sociedad feudal sin separación de poderes y compuesto (en una casi total exclusividad) por hombres. La máxima Curía Católica ha evolucionado a un ritmo diferente y diferenciado de sus fieles y eso, como tantas cosas hoy día, causa una notable desafección.
En el Concilio Vaticano II, organizado en 1959 por Juan XIII, se abrieron las puertas para la cura de esta profunda y creciente desafección. Parecía que de esa pluralidad de razas y confesiones cristianas saldrían unas bases sólidas para la reestructuración definitiva de la Iglesia adaptándola a los nuevos tiempos y haciéndola parte real de una Sociedad evolucionada. Entre los logros del Concilio Vaticano II había detalles imprescindibles como el de dar la misa en la lengua de los feligreses y no de espaldas a éstos y en la oficial de la Iglesia (el latín). Con Ratzinger todas las esperanzas, puestas tras el CVII en la modernización de la Iglesia Católica, han desaparecido.

Joseph Ratzinger, antes de ser Benedicto XVI, fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, esto es, la antigua Inquisición. Tal ha sido el apego del Papa a esta institución arcaica que adopto sus símbolos para su escudo papal.
Se sabía que iba a ser un Papa conservador, pero no se intuía un Papa retrógrado que iba a intentar recuperar las misas en latín, que se iba a enrocar en posturas más allá del conservadurismo religioso apoyando abiertamente a partidos políticos de derechas y a justificar  acciones de congregaciones mucho más que «sospechosas» como los Lefrebvianos (a quiénes se excomulgó y luego se volvió a admitir), o que dejaría, como una de sus modificaciones normativas internas más destacadas, el hecho de necesitar para ser Papa dos tercios de las votaciones cardenalicias, cerrando así las opciones más claras de renovación progresista interna.

Siendo uno de los teólogos más importantes de la Iglesia declaró la Teología una Ciencia y no dudó en desmitificar a la Estrella que seguían los Reyes Magos de Oriente (según él de Occidente) proclamando que posiblemente sería algo tan divino como una supernova, sin embargo, se opuso a otros temas tan científicos como el uso del preservativo para la prevención del SIDA en África, una irresponsibilidad genocida. Mientras la Iglesia anglicana ha admitido el sacerdocio de mujeres y homosexuales en estos 8 años de papado de Benedicto XVI, éste ha rechazado cualquier opción en este sentido, ha sido un personaje intransigente y muy alejado del diálogo que ha mostrado a otras corrientes internas (a las que, sin embargo, ha combatido) como las que defienden no denunciar los numerosos casos de pedofilía que han saltado a la luz pública.

Se ha dicho que ha sido un pastor entre lobos, sobretodo desde el caso de los Vatileaks, que ha sido, ante todo, una demostración más del oscurantismo que hay en la sede vaticana. Rumores, tensiones, pedofilia, asesinatos de índole sexual, luchas de poder…la mácula radica en que una sola de las acusaciones vertidas fuera cierta y en la certeza de que alguna lo es.

De lo mejor de los años de papado de Benedicto XVI ha sido el intento (fingido o no) de acercamiento al resto de religiones mayoritarias, muy por encima de los actos teatrales como las JMJ o los constantes viajes. Lo más ejemplar es, independientemente de las razones que salgan a la luz en un futuro, su renuncia al cargo máximo de la Iglesia de Roma mientras aún está en condiciones de seguir ejerciendo.

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El futuro de una Iglesia cuestionada

La renuncia de Ratzinger está demasiado cercana en el tiempo al cierre en falso de numerosos escándalos internos que hoy son públicos, las tensiones entre familias católicas y las filtraciones interesadas son algo que se espera y que no es bueno para una institución que pierde fieles activos y que tiene un problema aún más serio en la ausencia de vocaciones. La más que probable elección de un Papa todavía más conservador va a cerrar las puertas definitivamente a la esperanza ciudadana tras el CVII. El Vaticano se puede quedar más sólo que nunca, siendo visitado sólo por turistas y aplaudido por las corrientes más elitistas, conservadoras y anacrónicas, con un Papa en el Trono de Pedro y otro retirado pero activo mentalmente, circunstancia para las que la Iglesia nunca se ha preparado hasta ahora.

Nadie sabe cuál va a ser el resultado ni cuáles las diferencias entre un Papa del que no sabemos todavía el nombre y otro que me  consta que, en su época de cardenal, alababa a los Borgia, y que ya como Papa (y en plena época de recortes) eliminó a Mula, Buey y, sobretodo, al  Limbo, sin olvidar al gran intelectual y teólogo que ha elegido como día, cargado de simbolismo, para el fin de su papado el de la efeméride del Edicto de Milán del año 313 que estableció oficialmente la libertad de religión en el Imperio Romano y que, de facto, impuso al cristianismo como nueva religión oficial del estado, deponiendo al paganismo.

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Un sentido del Holocausto más amplio

Holocausto

Hace 8 años, el 1 de Noviembre de 2005, la Asamblea General de Naciones Unidas designó al 27 de Enero como fecha para el Día Internacional de Conmemoración anual en memoria de las víctimas del Holocausto Nazi. La elección de esta fecha no fue casual, el 27 de Enero de 1945 las tropas soviéticas liberaron el mayor campo de exterminio de todo el territorio nazi: Auschwitz-Birkenau (Polonia).

Tuvieron que pasar 60 años para elegir una fecha para la conmemoración de esta barbarie, sin embargo, ni siquiera entonces fuimos justos. Creamos las Naciones Unidas para evitar los horrores de la guerra y 60 años más tarde parece que no tenemos mucho más que simples declaraciones de intenciones más o menos acertadas.

En mi opinión, hablar de un holocausto judío es hablar de una parte del problema y no podemos permitirnos olvidar ni una sola de las partes que componen lo peor de nuestra historia.
No soy un negacionista. Si los datos finales que reflejan el genocidio judío deben ser menores o no me parece una discusión secundaria, que el ser humano llegara a plantearse la «solución final» me parece justificación suficiente para hablar de Holocausto, por desgracia hubo demasiadas acciones que acompañaron a la teoría. A pesar de todo, me parece instintivamente peligroso reducir al pueblo judío la palabra Holocausto referida a los sucesos criminales dirigidos a un grupo de población concreto durante la Segunda Guerra Mundial.

El horror fue compartido por más grupos de población, cada muerto «seleccionado» durante esta celebración de la miseria humana que es la guerra es en sí un Holocausto, si olvidamos de lo que somos capaces el odio y la intolerancia siempre estarán presentes en nuestra historia. Aquel asesinato sistemático se prolongó tras la guerra y fue así tanto para el pueblo judío como para el resto de ciudadanos perseguidos.
Me parece mucho más acertado el referirnos a la Segunda Guerra Mundial como Holocausto que reducirlo a un sólo colectivo, de hecho, prolongaría el espacio de tiempo hasta la muerte de Stalin.

La misma URSS que liberó Auschwitz-Birkenau asoló Polonia y a los polacos hasta el punto de que esta población afirmó preferir la crueldad nazi a la soviética, siendo ambas intolerables. Los mismos colectivos étnicos y de orientación sexual perseguidos por los nazis siguieron siendo perseguidos, encerrados en campos de concentración y asesinados, por los soviéticos. Otro de los vencedores, Estados Unidos, castigó a sus ciudadanos de origen nipón de manera cruel, incluyendo también torturas, asesinatos selectivos y campos de concentración y reeducación. Lo peor de nosotros demostró estar presente por encima de las ideologías.

Otros colectivos que completan un sentido más amplio del Holocausto

Homosexuales

En la Francia del Mariscal Petain los homosexuales recibieron con cierto alivio a las tropas nazis, los soviéticos habían difundido la idea de cierta empatía entre la ideología nazi y la homosexualidad. Nada más alejado de la realidad, para la ideología nazi estos individuos eran unos desviados que no perpetuaban la raza aria, este comportamiento se atribuía a una degeneración que se transmitía de un individuo a otro. Con Himmler liderando una corriente tremendamente intolerante con la homosexualidad, más de 100.000 hombres fueron juzgados y condenados sólo en Alemania entre 1933 y 1945.
El colectivo LGTB fue el último en ser reconocido como víctima preferencial del nazismo. Tuvo que esperar hasta 1985 y no fue hasta 2002 que Alemania anuló las sentencias contra este colectivo, si bien sólo se anularon las anteriores a 1945.


Triángulo Rosa

Gitanos

500.000 romanís aniquilados por los nazis parecen no ser suficientes para nombrarlos cada vez que hablemos de Holocausto. El genocidio perduró tras la guerra en los países sometidos al régimen de terror de Stalin pero también en Alemania, donde el mismo Tribunal de Nuremberg aceptó (por ejemplo) un fallo de la Corte Suprema de Alemania en 1956 que decía que «los gitanos que han resistido al genocidio son antisociales, tienen tendencia a la criminalidad y un afán irrefrenable por la apropiación ilegal», argumentando así que la persecución racial ejercida por los nazis no existía como tal ya que no se diferenciaba de las medidas adoptadas con anterioridad contra la «plaga gitana». Esto último era cierto, las medidas nazis no se diferenciaban de las tomadas con anterioridad contra este colectivo en Alemania desde la creación en 1899 con la creación por la Policía de Baviera de una sección especial para cuestiones gitanas, eran más bien una continuación natural de la escalada de acciones contra este colectivo. Durante el nazismo, las esterilizaciones forzosas, los experimentos con embarazadas y niños, los juicios sumarios, el internamiento en campos de concentración y los asesinatos masivos en las cámaras de gas, no eran por tanto un genocidio si no una manera de combatir una plaga de seres (cito) «meramente inferiores» que desde 1935 carecían de derechos civiles cuyos niños ya habían servido en 1940 para probar la eficacia de los cristales zyclon-B (250 niños muertos), los utilizados en las

cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau. Esta falta de condena, esta justificación del horror, dio pie a acciones muy posteriores como las del dictador Ceaucescu encerrando en sus chozas y quemando a cientos de gitanos, enterrando vivos a los que conseguían sobrevivir.

Gitanos en CC

Enfermos mentales e inválidos

Considerados desde antes de la guerra como «seres inferiores», enfermos mentales e inválidos fueron colectivos sin valor que no merecían más destino que el otorgado por la eugenesia: su exterminación.

Estas «vidas sin valor», «existencias superfluas», «espíritus muertos», «envoltorios humanos vacíos», no merecían más destino que el de una eutanasia controlada beneficiosa para la economía nacional alemana. Por ejemplo, desde 1939, se debía dejar constancia de los nacimientos de niños con «deformidades» acometiendo su asesinato inmediato con una inyección de morfina o escopolamina. También desde 1939, bajo el «código T4», se seleccionaba a internos de hospitales y manicomios para su traslado a institutos de «eutanasia» y posterior ejecución mediante monóxido de carbono.

Bajo el concepto de «higiene racial» más de 100.000 víctimas indefensas (a las que se unieron personas incapacitadas para el trabajo y ancianos) fueron asesinadas.

Minusválido en CC

La necesidad de ampliar el concepto de Holocausto

A pesar que el concepto de Holocausto lo asociamos a «Holocausto judío», a pesar que hay un día a nivel internacional que lo conmemora, a pesar que el negacionismo es delito en la UE desde hace unos años, los lefebrevianos existen, el antisemitismo también, las leyes crecientes que reclaman el control étnico, la avalancha de «listas de judíos» en Hungría, son realidades de hoy que recuerdan demasiado a los antecedentes inmediatos a la barbarie contemporánea más criminal que hemos conocido. Si esto es así a pesar de los esfuerzos por preservar la memoria histórica para no repetir los errores, imaginemos hasta qué punto es necesario llevar el concepto de Holocausto a toda su cruel amplitud aunque sea para saber que el peligro reside en la radicalización de las ideas.

La historia del Holocausto es historia contemporánea, sin embargo, hoy hemos perdido la memoria hasta el punto que volvemos a tener muros separando ciudades, listas étnicas criminalizadoras, partidos políticos generalistas esgrimiendo argumentos populistas,  partidos políticos y líderes fascistas ganando adeptos y posiciones en parlamentos democráticos y saliendo indemnes de acciones antidemocráticas, Ministros de economía y finanzas declarando a enfermos y ancianos como inútiles que deberían morir pronto, un creciente auge de los nacionalismos excluyentes, declaraciones profascistas desde las más altas instituciones tanto públicas como privadas y, por desgracia, muchos otros ejemplos.

Naciones Unidas ha sido un gran avance en la Historia, pero es un avance con carencias e insuficiente tal cuál está formulado hoy, incapaz de actuar conforme al principal objetivo de su creación: impedir que caigamos en los mismos errores de ayer.

Con un concepto parcial del Holocausto somos menos conscientes de los peligros que llevan implícitas algunas acciones y argumentos y estamos más cerca, por tanto, de volver al camino que nos condujo al terror. Somos un animal político que se autolimita constantemente esperando a un líder que nos conduzca hacia el lugar correcto sin ser conscientes del poder colectivo que poseemos. Estamos en un momento de la historia en el que podemos acceder a la información que nos hace libres si ponemos un mínimo de interés por nuestra parte, ante el corporativismo más feroz debe estar la ciudadanía, siendo el lobby necesario que los líderes más responsables reclaman.

Conocer la historia nos hace más  fuertes ante las injusticias. No ampliar el concepto de Holocausto a todo su horror es un tremendo error que no podemos ni debemos asumir.

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Yo digo

Opinión

 

Opinar es una necesidad que depende demasiado de la información que uno haya obtenido. Opinar es, también, un instinto que tiene todo animal político, esto es, el ser humano. Opinar es algo que, con razón o no, no podemos dejar de hacer.

Mi primer blog «Luces de Boulevard, por Farid Bentria» comenzó con mi necesidad de expresarme en cualquiera de las vías que practico, comencé los artículos de opinión y poco tiempo después pasé a la creación literaria. Tras un tiempo pensando si era buena idea o no mezclar ambas vías de expresión me decidí por abrir este blog para opinar y para dar razones para opinar, a favor o en contra.

La verdad es siempre relativa. Aquí reflejaré las mías pretendiendo que ninguna de ellas se entienda como un dogma. Mi opinión es tan subjetiva como la de cualquier otro y no pretendo convencer más que informar o expresarme. Admito las críticas, no quiero dejar de aprender, prefiero un buen debate a un monólogo.

Yo digo, pero también escucho.

 

 

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