La problemática de género y las políticas de igualdad deberían ir de la mano siempre, ya que si lo contemplamos desde un punto de vista estrictamente basado en los DDHH es así.

No hay razón lógica que ampare políticas de igualdad que no sean a su vez políticas de género, y viceversa. Teniendo en cuenta esto quizá deberíamos prescindir, en los países con tradición en políticas de igualdad, de la tan controvertida opción de la discriminación positiva. No hay mejor manera de apostar por los DDHH relativos a género que la apuesta por una igualdad efectiva.

Esto no significa, en absoluto, que debamos dar por concluida la vindicación femenina, todo lo contrario, el feminismo es más necesario que nunca, pero necesitamos un feminismo bien diferenciado del hembrismo, un feminismo que reivindique una feminidad «no castrada».

Parto de una idea general en DDHH y, por tanto, en temas de igualdad y género, que todo lo que no sea avanzar es un retroceso. Hoy día, que la radicalización social, política y religiosa, se corresponde de manera dramática con otros episodios de la historia de la Humanidad, insistir en los avances es tremendamente necesario.

En temas de igualdad no podemos admitir ciertos discursos ni dinámicas, en género tampoco, y es evidente que unos acaban afectando a los otros; es momento de trabajar ambas vías de manera conjunta, sumar fuerzas y objetivos con los DDHH como claro horizonte.