La Diáspora Andalusí

Dentro del marco de la temática andalusí, el sentimiento de diáspora de los descendientes de cada éxodo y de la heterogeneidad de esta población se aleja de la condición homogénea y del «único» éxodo que normalmente se nos vende.

El primer éxodo de población andalusí se produce en el año 818 tras una revuelta fallida contra Alhajen I de Córdoba. Tras ésta revuelta se produjo el éxodo en masa de todos los habitantes del cordobés barrio de Al-Rabad. Algunos de estos se asentaron en Marruecos, otros, unos 10.000, se dedicaron a la piratería llegando a conquistar Alejandría bajo el mando de Abu Hafs, ciudad que permaneció “andalusí” hasta el 827, y, entre 824 y 828, arrebatando Creta al poderoso Imperio Bizantino, llegando a formar el Emirato de Creta, que resistió las embestidas imperiales hasta su definitiva derrota en 961.

A este primer éxodo le siguieron muchos más conformando la gran diáspora andalusí. Otros éxodos interiores dieron lugar a numerosos barrios en ciudades andaluzas.

Las primeras grandes diásporas, lejos de producirse en 1492, tuvieron lugar tras la ruptura del equilibrio social con la entrada de almohades y almorávides que reclamaban un Islam más ortodoxo. Esta primera gran diáspora se instaló principalmente en el Norte de Marruecos.

De1492 a1609, de la toma de Granada a la definitiva expulsión de los moriscos de España, andalusíes musulmanes y hebreos y también algunos grupos cristianos iniciaron la diáspora andalusí definitiva.

La llegada de estos andalusíes a tierras africanas no fue tan fácil como a priori podemos llegar a suponer ateniéndonos a los datos comúnmente conocidos. Estos grupos ocuparon tierras dirigidos y protegidos de las tribus beduinas por el monarca de Marruecos y las autoridades otomanas, facilitándoles también dichas autoridades el mantenimiento de sus costumbres y folklore hasta su integración dentro de la identidad nacional de los pueblos de acogida (como recoge, por ejemplo, la nueva carta constitucional marroquí).

Actualmente podemos encontrar descendientes de estos andalusís en Marruecos y Argelia, en Túnez y Libia, Turquía, Egipto y Palestina, en Líbano y Siria, Mauritania, Malí y en la curva del río Níger.

Todos estos descendientes de andalusíes tienen conciencia de serlo. Guardan celosamente tradiciones y certificados de origen que van pasando de unas generaciones a otras. Incluso, muchas familias guardan aún las llaves de su casa o el dibujo calcado de las mismas en un alarde de conciencia de su identidad, una identidad negada y que no desea una nueva conquista, si no su reconocimiento.

En alusión a esta conciencia “andalucista” me gustaría terminar este artículo con un extracto de texto de Blas Infante, padre teórico de la “patria andaluza” en “diván de peregrinaciones”, un texto que no se llegó a publicar y que parte del estudio a fondo sobre la diáspora andalusí como fundamento del andalucismo que realizó el notario andaluz durante varios viajes a Marruecos.

«Como el pueblo judío es el pueblo andaluz, arrojado fue de su patria por el espíritu del Imperio Romano, representado por los reyes españoles, esparcido por la tierra como los hebreos por los vencedores de Andalucía, unos moran, todavía en hermanos o extraños países y otros, lo que quedaron y los que volvieron, los jornaleros moriscos que habitan el antiguo solar, son apartados inexorablemente de la tierra que enseñorean aún sus conquistadores. Y es preciso -añadía- unir a uno y a otros. En este aspecto hay un andalucismo como hay un sionismo. Nosotros también tenemos que reconstruir una Sión, Más de un millón de andaluces hay desterrados desde Tánger a Damasco».