Egipto ante el incendio

Hay que despertar la conciencia crítica, empezando por la individual. Actuar dando validez a todo lo que diga un líder es peligroso para la paz social.
Un pueblo con una cultura de pensamiento crítico individual y de empatía colectiva está mil veces más alejado del conflicto.
Pongamos que hablo de Egipto, ni de proMursis ni de proAlsisis, de Egipto como pueblo con una cultura soberana que desea crecer como tal con absolutamente todas sus peculiaridades y sin renunciar a ninguna. Un modelo de convivencia no debe ser un modelo impuesto ni por unos ni por otros, el conjunto que compone un pueblo lo compone cada uno de sus miembros.

APTOPIX-Mideast-Egypt_Horo-14

La deriva de los acontecimientos en Egipto es extremadamente preocupante. La actitud del ejército es incendiaria, radicaliza posiciones ya radicales y hace que éstas ganen adeptos, no sólo dentro de Egipto si no en todo su entorno geopolítico, entorno en el que entran tanto los vecinos limítrofes como los cercanos, España incluida. El ejército egipcio ha cometido el gran error de erigirse a sí mismo dentro de unas reglas no escritas que hoy ha incumplido disparando a civiles y pasando de ser árbitro a parte, esto hace que, independientemente de los hechos acontecidos durante el día de hoy (alrededor de 150 víctimas mortales, todos civiles), no se pueda creer en él ni en su palabra.

Los hechos del 14 de Agosto apuntan a que el ejército era el Régimen más que Mubarak. Es muy difícil renunciar a posiciones de poder que uno cree propias por derecho, máxime si vienen apoyadas económica y moralmente desde el exterior, teniendo a EEUU como principal valedor. La «independencia» económica del ejército hace que se distancie del control de los poderes oficiales del Estado y ese es un peligro creado del que hoy día volvemos a ver las consecuencias.

Nada de esto exime de culpa la pésima gestión de una oportunidad histórica que hizo Mursi junto a los principales líderes de los Hermanos Musulmanes, terminando en un año con su crédito democrático gracias a una deriva autoritaria y polarizadora que más temprano que tarde hubiera acabado en un punto muy similar al que tenemos hoy, salvo porque seguramente tendríamos el agravante de un ejército dividido, cuestión que nos llevaría del actual conflicto civil al escenario probable de una guerra civil. El golpe de Estado no es una acción democrática pero la suma de actores que había detrás hacía pensar en la posibilidad del mal menor, la dirección militar de Al-Sisi no ha dejado que esto sea así.

egypt_unrest

Además de los 149 muertos oficialmente a esta hora hay que sumar como agravantes de la situación tanto la quema de Iglesias en el sur del país como un ataque armado a la simbólica Biblioteca de Alejandría, así como la muerte de un periodista de Sky News. En estos momentos el ejército y sus medios apuntan directamente como culpables de estas acciones a los Hermanos Musulmanes; éstos lo niegan tajantemente. Es difícil saber cuál de los dos miente, si la verdad es que los Hermanos Musulmanes de Egipto creen más en la Umma que en su propio Estado, excluyendo a todos los actores que no sigan sus reglas y,por tanto, excluyendo cualquier posibilidad real de una Democracia (la misma que dicen que «les han robado» tras los resultados electorales legítimos), o si es el ejército egipcio el que ha provocado todos estos agravantes para criminalizar ante la comunidad internacional a los Hermanos Musulmanes y dejarlos sin aliados. Lo que queda más claro es que todos los elementos que se mantenían en el gris están viéndose forzados a alejarse de uno u otro espectro de color y no se sabe si lo hacen erigiendo su propio argumentario, si eligiendo uno de los dos bandos más polarizados  o si, totalmente desorientados, corren el riesgo de perder una relevancia que la esperanza democrática de Egipto necesita. En este tipo de situaciones llenas de interrogantes es donde entra la acertada pero llena de incógnitas dimisión de Mohamed El Baradei.

La pregunta ahora, tras la declaración de Estado de Emergencia y del toque de queda no es ¿qué pasará mañana?, en realidad es ¿qué va a ser lo siguiente?, ¿cuál será el  modelo de Estado para Egipto tras todo lo que queda por venir? La respuesta no es difícil: en una sociedad global el resultado va a depender, en gran medida, más que de la voluntad del pueblo egipcio, de la actuación de los actores exteriores.
Hay países que, de manera abierta o velada, financian a los Hermanos Musulmanes, hay otros que apoyan al ejército, hay algún foco caliente en la región que cree que el que haya conflictos civiles llenos de sangre en sus vecinos les favorece (y se equivocan de manera absoluta, de manera absoluta y criminal), etcétera; creer que el factor externo no es un factor determinante es propio de una inocencia que roza la falta de madurez como ciudadano.
Ahora bien, como Ciudadanía, debemos exigir en la medida de nuestras posibilidades lo que esté en nuestra mano, orientando así la voluntad de los actores externos a Egipto sobre los que tengamos influencia. Apostar por la Democracia en Egipto es apostar no sólo por la Democracia para un pueblo que nos puede importar más o menos, si no por la estabilidad democrática y el futuro de toda la región y, en última instancia, por la propia. La Liga Árabe, la Unión Europea y Naciones Unidas, son los grandes actores externos con influencia directa a los que debemos presionar como ciudadanos de manera más obvia para que tengan el coraje de actuar de manera responsable y decidida. El cómo debe estar basado en los mismos parámetros que debemos exigir para el futuro de cualquier Nación, Estado, Pueblo o colectivo de cualquier lugar, estos parámetros no son otros que los reflejados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, son exigibles y son, objetivamente, buenos.

El fracaso del proceso democrático en Egipto no sería un fracaso local, el fracaso de cualquier proceso democrático es un fracaso de la Ciudadanía a nivel global. Las consecuencias de cualquier fracaso democrático así como cada violación de los DDHH afectan de una u otra manera, en un momento u otro, a todo ser humano. Conocemos la historia, sabemos qué errores no podemos volver a permitir que ocurran y sabemos, en realidad, dónde reside nuestro poder como ciudadanos y ciudadanas para impedir que así sea.

El futuro de Egipto debe pasar por la inclusión de todos sus actores en un escenario en el que todos ellos se comprometan a defender la existencia del resto como parte de su identidad tanto democrática como de Estado soberano, un futuro, por supuesto, con un ejército que esté sometido a la voluntad del pueblo y que no se autodenomine pater de la patria ni árbitro único y omnisciente, un futuro basado en los DDHH como marco aceptado universalmente y un futuro propio reconocido, aceptado y respetado, por todos los actores externos sin excepción. Todo ello es, sin duda, más sencillo en un estado laico que acepte la singularidad del individuo tanto como la identidad del colectivo.

Egypt1

 

 

 

 

 

 

Farid Othman-Bentria Ramos

Publicado el 08/15/2013 en Uncategorized y etiquetado en , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente. 1 comentario.

  1. Lúcido, compañero!!! Gracias.

Deja un comentario